lunes, 12 de enero de 2009

Seguro - Seguro (¿?)

¿Cuántas veces sostenemos relaciones por miedo?

Se convierten en algo así como un seguro, en el que una vez cada tanto (ese “tanto” va a depender del caso) hacemos un depósito (sesión carnal, café, llamado, mensaje, mail o cualquiera de sus variantes) o contacto, asegurándonos así la continuidad de la relación.

Son esas personas que sentimos que siempre van a estar ahí para nosotros y nosotros nos ofrecemos de la misma forma. Se convierte un vínculo “escudo” ahí dónde vamos cuando la cosa “afuera” se pone mal.

En realidad la disponibilidad es escasa y en última instancia la utilidad es simplemente “sentir que alguien hay”. No importa si nos gusta en realidad o si hay algún tipo de compatibilidad. A veces ni siquiera los encuentros son significativos, profundos o plenos, pero se convierte en una baldosa que nos genera cierta sensación de seguridad cuando la cosa va mal en el volátil mercado de las relaciones casuales. Ahí nos aferramos cuando sentimos que la cuerda en la que estamos haciendo equilibrio se va aflojando (o ¿es acaso nuestro equilibrio se va el demonio?). Es verdad que también esto sucede dentro de una relación estable, son esas parejas dónde ninguno de los dos se siente satisfactoriamente unido al otro pero no lo deja por miedo a estar solo, a que sea un error, a solventar los gastos, a la falta de compañía, etc.

Repensando un poco la palabra seguro también es sinónimo de cerrojo, nada entra o sale cuando hay uno de esos en una puerta ¿no? Será cuestión de darnos la posibilidad de abrirnos y ver las nuevas posibilidades que están sucediendo y que no vemos. En los intentos hay miedos pues nos arriesgamos al error, a no pasarla del todo bien, a la frustración. En estos intentos ambién nos regalamos lo que implica vernos refrescantemente nuevos. Aprendiendo. Aprendiéndonos. Animándonos a dar el salto y vivir un poco más allá de lo que imaginamos.

María Paula