domingo, 19 de abril de 2009

Animarse al abismo

Animarse es ir más allá, es llevar a cabo, concretar eso que estábamos deseando, proyectando, soñando o imaginando hace rato.

El miedo al fracaso, al rechazo, a sentirnos inadecuados, miedo, miedo, miedo y más miedo nos detiene, impide que nos realicemos. Está presente sin que ni siquiera nos enteremos y su poder paralizador radica en las sombras. Desde ahí nos susurra al oído consejos, excusas, justificaciones para que nos quedemos quietos y seguir repitiendo lo que hacemos o no hacemos.

Quizás una de las claves está en abrirle la puerta al miedo y escuchar a plena luz sus consejos. El miedo una vez nombrado, reconocido se transforma en cautela y nos invita entonces a ser más conscientes y responsables de lo que implica la concreción. Al mismo tiempo en nuestro interior tenemos otra voz nos invita una y otra vez a que demos el paso que tanto deseamos. Ese paso requiere de valor pues es dejar morir viejas estructuras, ideas, percepciones de nosotros mismos.

Dejar morir, dejar ir no es fácil, claro que no pero es una condición necesaria para que nazca lo nuevo (sea lo que sea)

Y seguro que mientras lees esto recordás algo significativo que venís postergando: un llamado, una charla, un encuentro, escribir, cantar, una carrera sin empezar o sin terminar, un perdón, un pedido de aclaración, un viaje, un baile, abrazos, etc.

Ese algo está ahí esperando (desesperado) que algún día nos decidamos a darle vida, a que lo dejemos nacer, que nos entreguemos a lo inevitable y lo hagamos presente. Acepando, animándonos a tomar contacto con las dos voces internas (el miedo y el deseo (pendiente)) y hacerles lugar. Una vez hecho esto ya no hay vuelta atrás se hace inevitable lo desconocido, lo que vendrá (que, como, cuando y dónde)

Mientras escribo recuerdo de la película "El abismo" que me sirve de bella metáfora sobre lo que estoy reflexionando. A los que la vieron les comparto una de mis interpretaciones y a los que no, los invito a verla, es rica en imágenes.

Un grupo de especialistas tiene la misión de desactivar una bombra atómica en el océano que pone en peligro a mucha gente. En el camino el submarino sufre fallas que interrumpiendo los planes genera tensión y miedo entre los tripulantes. Llega la crisis, lo viejo ya no sirve, emergen diversas situaciones: violencia física, corte con la realidad y egoísmo. Es que se está gestando un nuevo camino y son emociones que muchas veces debemos transitar. Los científicos deciden continuar con la misión de manera diferente analizando distintas opciones, optan por la menos lógica.

El descenso a lo profundo, puede ser el camino de auto exploración, al insondable ser. Primero dentro de un grupo en un submarino (seguro, limitado, frío) hasta que éste deja de funcionar y luego el protagonista decide seguir sólo el camino para cumplir la misión. Creo que representa la búsqueda personal e intransferible en la que los demás pasan a ser apoyo interno (lo que tomamos de cada quien) y al mismo tiempo motivo por el cual él se entrega, aunque no todos estén de acuerdo.

Así como aparecen emociones desagradables también vemos que aparece la flexibilidad y la comprensión con el personaje de la mujer del protagonista quien aceptando la elección, acompaña brindado calor y contención, expresando palabras de amor, de despedida, de cierre, generando una intensa intimidad, ejerciendo el papel de puente y canal con los demás. Claro está que la elección de sexos para cada tarea no es casualidad, lo masculino (yan) representa la acción, la penetración, la concreción mientras que lo femenino (yin) es la aceptación, la suavidad, la ternura, pasividad y la expresión.

Allí mientras él se deja caer y transita la oscuridad en soledad, sólo cuenta con una antorcha que le permite ver unos metros a su alrededor, esto puede simbolizar la vivencia del presente pleno, lo demás es desconocimiento absoluto. Es el difícil tránsito por la incertidumbre, muy presente en estas fases.

La bomba puede simbolizar un secreto, una actitud, una rasgo de nuestra personalidad, un elemento antiguo olvidado de guerras libradas en otros tiempos, y que siguen vigentes, desde lugares inexplorados de nuestro interior. La historia aquí (y en la vida, claro) se resuelve mediante la intuición y el amor (por la profesión, por la verdad, por el cuidado, por un ser en particular, etc), no desde la lógica o el saber racional.

El protagonista asombrado encuentra una ciudad repleta de seres de otros colores, formas y sabiduría. Me detengo en las características (no) físicas de éstos seres de agua: transparentes, flexibles, silenciosos y amorosos, pueden ser las virtudes que desarrollamos en todo proceso crítico y también es lo que ocurre en los Encuentros verdaderos.

Dónde pensaba morir, en la entrega más plena y difícil se encuentra con una realidad nueva, maravillosa. Espléndida imagen de un re-nacimiento pues pasa de las profundidades del mar, elemento agua, otra vez a respirar oxígeno, gracias al rescate de los seres extraños. Un nuevo mundo (interno y externo), tal vez el encuentro con una verdad luminosa que trae a la superficie posibilidades (conocidas y nuevas). Una nueva visión, alegría y serenidad por lo cumplido y la emergencia de nuevos saberes.

Paradójicamente la salvación fue la entrega, la muerte.

Si estás en la escotilla mirando a través de la ventanilla o peor aún, de la mirilla (JA! Salió con rima y todo) como alguien más se atreve, si estás guardando esa vida sin vida, permaneciendo en la seguridad de lo rígido, de lo estrecho, del egoísmo quizás en la ignorancia de no saber hasta dónde podés llegar, te invito a que te preguntes:

¿Dónde estoy?

¿Cuál es mi misión hoy?

Ma. Paula