martes, 19 de mayo de 2009

El Asesinato del Canguro


Pasaba por Plaza de Mayo, símbolo nacional si los hay. Ubicada en el centro de la jungla de cemento y cerca del río. Escenario de disputas políticas, de revoluciones, declaraciones de libertad y soberanías. Ahí dónde la argentina se expresa, se siente, vibra, lugar histórico y expresiones de toda clase, punto obligado que visitará cualquier turista y la gran mayoría de los oficinistas. Es esa plaza dónde abundan los reclamos y sangre y árboles de distintas clases. Es también el lugar dónde nacen las calles hacia un lado y otro de la ciudad. Donde las personas pasan sumergidas en mundos de poder, dinero y trabajo. Lugar de encuentro y referencia. De romances, traiciones, recitales, reclamos y asesinatos silenciados.

Como en toda plaza, que se precie de tal, hay una gran comunidad de palomas morfonas (están rebeldes, ya no nos temen, nos ven venir y se quedan esperando el zapatazo para volar como algunos lamentables presidentes) que de lejos y con cierta imaginación parecen una gran alfombra mágica, a veces en el piso otras en el aire, se mueven en grupo por todos lados y comen a lo grande.

Cruzaba en diagonal, pensativa meditando en lo que vendrá, en el mundo que se abre a mis pies, por delante y por todos los costados. Sentía la novedad en mis venas y en cada paso me hacía conciente del final de una época y el inicio de una nueva. En ese corte transversal fui testigo de un asesinato silenciado, anónimo y acostumbrado.

Al pasar por el centro de la plaza detecto un grupo de niños, todos con su delantal y tomados de la mano, debían tener unos 3 o 4 años, eran una fotografía inusual y estaban como tapados en medio del tránsito de humanos en su mayoría adormecidos acaso acostumbrados al olvido. Iban acompañados de dos maestras (también adormecidas) una ellas señalaba con su índice la imagen coloreada en las baldosas con pintura blanca al ritmo de estas funestas aunque bien intencionadas palabras: "¿Saben que es esto?" uno de los chicos respondió, como el Principito, con entusiasmo y alegría supongo por haber descubierto el acertijo "¡¡¡Es un canguro!!!".
Me enternecí y sola amaneció una gran sonrisa por descubrir ahí en medio, en ese centro, la creatividad, la inocencia brotando entre las piedras, como un lirio blanco en el pantano. Pero pronto ese sentimiento se vio opacado cuando escuché la respuesta de la maestra que rauda dio su sentencia de muerte al canguro con un rotundo y seco "no" para luego explicarles que significaba ese dibujo en el piso, llenándoles la cabeza de información desoyendo la voz del, ahora, ex-infante.

Seguí caminando, turbada porque presencié el asesinato de la inocencia, de la dulzura en su máxima pureza. Sin piedad le cortaron las alas a la infancia (sin velorio, ni duelo posible) y la dejaron ahí tirada sin siquiera nombrarla.

Lamento la sordera de aquellos que no lo supieron escuchar porque sé que así le enseñan a no escucharse.

Me estruja el corazón que hoy se le da información lejos de su comprensión, información que se convertirá en gélida capa que ayudará a enterrar (bien hondo) su confianza y libertad.

Lástima que en honor al conocimiento la creatividad queda en último lugar o sólo para los locos y vagos (al final corren con ventaja al estar excluidos de esta sociedad)

Que pena que ese chico tendrá que vivir 15 o 20 años más para volver a descubrir su capacidad de asombro y hacer un arduo recorrido para despojarse los condicionantes que impone la sociedad y volver a la fuente, su propia fuente de sabiduría. Hacer carne su verdad esa que no se puede robar ni manipular, ni confundir, ni vender y menos aún comprar. Me arriesgo a decir que hacer ese camino, único, es lo que posibilita despejar la violencia de nuestras vidas y así desarrollar nuestra vulnerable humanidad.

En ese chico, vi a muchos otros, a todos nosotros que, alejados de nuestra experiencia, privamos también a los demás de deleitarse con ella. Las personas ínegras desprenden una perfume inconfundible y por demás atractivo. Es lindo estar cerca.

Soltar. Dejar volar. Agitar. Confiar. Encarnar nuestra verdad. Habilitar. Asumir. Crear. Si hay una utopía en estos días, es el despliegue de estas virtudes, destrezas o como quieran llamarlas.
¿Cuál sería tu canguro?
¿Cuándo y dónde quedó?

El mío re-nació no hace mucho y hasta le están naciendo una alas espejadas en la espalda.
Ma. Paula

2 comentarios:

Pablo dijo...

Pauli!

Que triste lo que contas, la verdad es que debemos hacer eso sin darnos cuenta por mero reflejo de un adoctrinamiento. Ese mismo reflejo que tuvo la maestra en vez de dejarlo ser!

Beso!

Alter-Nativas dijo...

Pabli, ese "sin darnos cuenta" no va más. Debemos despertar.

besos