jueves, 20 de noviembre de 2008

¡Zaz!

A veces me pregunto que hacer con lo inoportuno e inesperado, sobre todo cuando éstos dos insolentes llegan sin invitación (claro si la tuvieran nos serían lo que son...). Solo hay que prestar atención a las palabras: in-esperado (no esprado) e in-oportuno: será fuera de oportunidad (lo voy a buscar en el diccionario).

La imagen que describe mejor esa sensación es la siguiente: es como si viniera caminando por un camino prolijo y conocido y de repente me encuentro con algo que me obliga a tomar uno nuevo, salvaje y desconocido. Que implica por lo general ir despacio escrutando cada paso, bien despierta. El miedo en estos casos nos ayuda a tener el cuerpo y la mente alertas.

Miro mi vida y no me canso de aprender de aquello que no esperaba, de aquello que sentía en el momento como una derrota, o como cosas que yo no quería o no esperaba, al menos no de ese modo. En el momento, el primer trago es amargo, amarga ansiedad, amarga incertidumbre, amarga confusión, porque tira abajo todos mi planes y mapas. Lo irónico es que sin estos momentos las puertas a la humildad, coraje, confianza y tolerancia (entre muchas otras, claro está) estarían ínfimas de chiquititas.

¿Que hacer cuando lo que aparece no es ni de cerca con lo que estamos fantaseando o bien lo fantaseamos pero no nos animamos a llevarlo a cabo? ¿ que hacer con ese ferviente deseo que se hace realidad pero con su propia vida y manera?

Ahí estamos otra vez dónde nunca nos imaginamos, entonces en general la primera sensación que aparece es la de lucha contra "eso" (emoción, amor, amigos, circunstancia, trabajo, viaje, etc. pongan lo que quieran en su lugar). Es de alguna manera querer torcer el cause de un río, un desgaste de energía sin sentido, a eso se le llama sufrimiento (¡ojo! que no es lo mismo que dolor).

Esa puede ser nuestra oportunidad para ampliar nuestra conciencia y dejarnos llevar y si es posible disfrutar de lo que se presenta. Claro no siempre es fácil porque de algún modo tiene que ver con dejar a un lado la vanidad y aceptar que "eso" seguramente venga con sus tiempos y formas y reconocer finalmente que nosotros no somos los hacedores del universo.

Asi fui entendiendo que mi trabajo está en abrir mis puertas y no querer cambiar lo que se presenta, esto es algo que suelo olvidar entonces necesito la compañía de alguien más para recordar. La recompenza es que esa disposición, le de dejarme llevar, es un estado de relajación, alivio y alegría. Ahí dónde decía "yo nunca xxxxx" ¡zaz!, llegó el cachetazo de la vida que se mata de risa con mis máximas de vida.

Quizás por eso los chicos y lo viejos tienen esa afinidad inconfundible. Porque los dos polos se tocan en la inocencia, uno por nuevo y el otro porque finalmente entendió que lo único valedero es seguir al corazón al que es imposible someterlo a leyes de la mente (¡que es una puta! se entrega al mejor postor) y que además el mundo gira y gira, más allá de nuestra voluntad. Todos los demás estamos en el medio, buscando nuestras brújulas o como leí el otro día "jugando a las escondidas con nosotros mismos" con vendas en los ojos.

En uno de los momento más duros de mi vida y gracias a que sentía que no tenía fuerzas para tocer ningún río más, me contecté con mi brújula interna como dicen los mestros zen y comencé a escuchar a mi vientre. Maravillosa sensación.

Me gusta pensar que hay destino y que también hay libertad de elección en cada micro segundo de nuestras vidas. Es como si ya hubiésemos trazado de antemano las lecciones pero ahora nos tenemos que molestar, esforzar por saber dónde están. Me gusta esa combinación, un poquito de acá y un poquito de allá. Pero más amo ese momento dónde ¡zaz!, le encuentro un nuevo sentido a la experiencia que se presenta, cuando siento que ya entendí con todo mi ser lo que tenía que aprender. A veces es en el momento y a veces, tiene que ver con cosas de otros tiempos que nunca me cerraron o que en algún lugar interno sabía que había algo más para recuperar.

Los dejo, me voy liberar un río que hace mucho bloqueé con unos troncos que encontré por ahi. Veremos que me trae de nuevo la corriente desde río arriba. También me gusta la idea de tirarme a nadar por momentos pero más aún hacer la plancha, y descubrir hasta dónde me lleva el agua.

María Paula

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